Paseo por las calles Florida y La Valle, ambas peatonales y llenas de tiendas, quioscos, floristerías, restaurantes, vendedores de mate y excursiones turísticas. Aprovecho para comprar recuerdos para la familia y los amigos.
Voy al obelisco, símbolo de la ciudad. Las pantalla publicitarias que hay en los cruces me recuerda a Picadilly Circus. Empiezo entender aquello que dijo el guía del Walking Tour, de que en la ciudad puedes encontrar un poco de todas las ciudades europeas.
Para almorzar voy al famoso restaurante La Estancia, dónde por unos diez euros se puede comer el bistec más sabroso que se haya comido nunca. Además de tener una decoración muy castiza, en la entrada se puede ver cómo hacen el asado y el personal es muy agradable.
Por la tarde, como el tiempo no acompañaba, voy al cine. Lo más sorprendente, el precio de la entrada; menos de 2€. Además descubro con alegría que la película se proyecta en versión original subtitulada.
Vuelvo al hotel por la avenida Corrientes, la de los teatros y librerías. Por la noche se llena de carteles luminosos que buscan captar la atención de los peatones.
Buenos Aires me está gustando cada día más. Creo que es una ciudad dónde podría vivir felizmente. Recuerdo que mañana es mi último día acá, momento en que tendré que volver a mi realidad. La verdad es que me quedaría aquí unos días más, quizá semanas...
Ya en el hotel, escribo el post más rápido de lo habitual con la intención de levantarme muy temprano y aprovechar las pocas horas que me quedan antes que finalice el viaje.
Hasta mañana.
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